El conde Lucanor trabajo

Los Austrias del S.XVII delegaban las labores de gobiernos en personas de su confianza, una especie de ministro principal que actuaba en nombre del monarca, llamadas “validos”. Felipe III (1598-1621) tuvo como principal valido al Duque de Lerma quien llevó una política exterior pacifista (Paz de Londres 1604 y tregua de los doce años 1609). El panorama interior estuvo marcado por la bancarrota en 1607 y la expulsión de los moriscos en 1609. Felipe IV (1621-1665) tuvo como valido al conde
Duque de Olivares, planteó la Uníón de Armas en 1625 (un ejército permanente sostenido por todos los reinos en función de su población y riqueza) y quiso unir los reinos en un único Estado bajo el modelo institucional castellano. En cuanto a la política exterior, participaron en la Guerra de los 30 años. Además, tuvo lugar la crisis de 1640 ya que durante la guerra contra Francia (1635-58) la presencia de ejércitos en Cataluña provocó una rebelión campesina, el Corpus de Sangre, donde fue asesinado el virrey. Al estallar la crisis Cataluña pide la colaboración de Portugal y estos deciden proclamar a Juan IV como rey de Portugal. Finalmente en este año se proclamaron independientes Cataluña y Portugal. Se ofrecíó la Corona a Luis XIII de Francia. Los ejércitos franceses ocuparon Cataluña hasta 1652. A ello, se sumaron las dificultades en el Imperio colonial-portugués enfrentado a los holandeses. En 1668, el Tratado de Lisboa reconocíó la independencia portuguesa. Carlos II (1665-1700) accedíó al trono siendo un niño y su madre, Mariana de Austria, ejercíó como regente. Tuvo como validos a Juan José de Austria (1677), quien llegó al poder con un Golpe de Estado; al duque de Medinaceli y el Conde Oropesa.


Durante el Siglo XVII, España pasó de ser una potencia hegemónica a potencia secundaria en Europa. Tras el periodo pacifista de Felipe III, Felipe IV y su valido Olivares participaron en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) apoyando a los Habsburgo contras los protestantes alemanes ayudados por Dinamarca y Suecia. Aprovechando el final de la Paz con Holanda, la tregua de los doce años (1621-1648) para comenzar la guerra. Derrotados los protestantes, Francia entra en la guerra en 1635 para impedir el triunfo de los Habsburgo y la guerra finaliza con el tratado de Münster. Las dificultades financieras y los movimientos independentistas de 1640 condujeron a la derrota militar. En la paz de Westfalia (1648) se reconoce la independencia holandesa, sin embargo, la guerra con Francia continuó hasta 1659. En la paz de los Pirineos (1659), España cede a Francia el Rosellón y el norte de la Cerdaña y se acuerda el matrimonio de Luis XIV con María Teresa, lo que propiciaría la llegada de los borbones al trono español. En 1677 se firma el tratado de Nimega donde España cedíó a Francia el Franco Condado y en 1697 el tratado de Rijswijk que da fin a la guerra de los nueve años.


Durante el s.XVII hasta aproximadamente 1680, España sufríó una crisis demográfica y económica. La crisis demográfica se caracteriza por un descenso del crecimiento demográfico debido a las epidemias de pestes, la expulsión de los moriscosy a los numerosos y costosos conflictos bélicos.

El periodo se caracterizó por una grave crisis económica en Europa, pero especialmente en España. Se desarrolló una industria poco competitiva, la producción agrícola disminuyó por malas cosechas, el comercio entró en crisis por el autoabastecimiento de las Indias, y se produjo un aumento de los impuestos, además aumentó el recurso de la deuda pública (juros) y la emisión de una moneda de poca calidad (vellón) provocando una mayor inflación. La escasa burguésía adoptó la mentalidad nobiliaria y se apartó de la inversión productiva. Los Austrias aplicaron frecuentemente el recurso de la venta de títulos nobiliarios para obtener ingresos. Así, crecíó el clero y la mendicidad, favorecida por la mentalidad religiosa y los prejuicios sociales.

A finales de siglo, y gracias a las medidas del conde de Oropesa, la situación empezó a mejorar. La recuperación empezará en las periferias y se irá desplazando hacia el interior lentamente.


Carlos II (1665-1700) llegó al trono con 4 años. Su madre Mariana de Austria ejercíó la regencia confiando en validos como el padre Everando Nithard o el plebeyo Valenzuela, con una etapa muy convulsa. En 1675, Carlos II cumplíó la mayoría de edad, para que posteriormente Juan José de Austria llegó al poder mediante un Golpe de Estado. Fue una época de decadencia demográfica, con depresión agraria, dificultades en la industria y el comercio. A su muerte, el rey confió en personas cualificadas y no en validos. Con Carlos II se produjo una recuperación económica notable, aunque las revueltas sociales no desaparecieron y la Monarquía Hispánica perdíó diversos territorios europeos. Se produjeron las segundas Germánías en Valencia y tuvo lugar el Motín de los Gatos (1699) en Madrid.

Sin embargo, el problema más importante fue el sucesorio. Carlos II no consiguió tener descendencia dando lugar a tres candidatos al trono: José Fernando, hijo del elector de Baviera; Felipe de Anjou de Borbón, bisnieto de Felipe IV; y el archiduque Carlos de Habsburgo, bisnieto de Felipe III. En su primer testamento de 1696, el rey nombraba sucesor a José Fernando, candidatura que no presentaba modificaciones en el statu quo europeo. Sin embargo, su muerte en 1699 hizo que Carlos II se inclinara hacia Anjou, pensando que el apoyo francés permitiría conservar el patrimonio territorial español. Tras morir el último representante de los Austrias en España se instaura una nueva dinastía, los Borbones.


Los primeros pobladores peninsulares eran depredadores y su supervivencia se basaba en la pesca, caza y recolección. La población era nómada y la sociedad era igualatoria y sin división del trabajo.

Los primeros grupos del género Homo pertenecen al Paleolítico inferior (1.200.000-100.000 a.C.). Hallados en Atapuerca y corresponden al Homo Antecessor, tienen una antigüedad de unos 800.000 años. En ese yacimiento se han encontrado restos de otra especie de hace 350.000 años, el Homo Heidelbergensis. Las herramientas utilizadas eran bifaces de sílex.

El primer tipo humano del Paleolítico Medio (100.000-40.000 a.C.) es el Homo Neandertalensis. Los yacimientos más importantes son los de Morín y Cova Negra.

En el Paleolítico superior (40.000-5.000 a.C.) aparece el Homo Sapiens-Sapiens en Altamira y en El Castillo. Se caracteriza por el empleo de huesos y astas y la producción de arcos y arpones.

Hacia el 5000 a.C. Aparecieron las primeras comunidades neolíticas. En ellas se inició la agricultura y ganadería y el desarrollo de productos textiles, la cerámica y la rueda. Surge el sedentarismo y las primeras comunidades estables que darán lugar a una mayor jerarquización social.

La zona Franco-Cantábrica posee ejemplos de pinturas rupestres pertenecientes al Paleolítico Superior, donde destaca Altamira. En ellas destacan los animales individualizados, la policromía, y la ausencia de la figura humana, pintado con una técnica naturalista.

Más tarde entre el Epipaleolítico y los inicios del Neolítico se desarrolló la pintura levantina, basada en la monocromía, en la que las figuras humanas asumen el protagonismo y se las representa de forma esquemática en escenas muy variadas. Destacan Valltorta y El Cogul.


Durante la Edad del Hierro (1200 a.C.) se produjo una invasión de pueblos indoeuropeos procedentes del centro de Europa.

Los tartessos se establecieron durante los siglos IX y VII a.C en el oeste de Andalucía y sur de Extremadura. Su principal fuente de riqueza era el comercio de metales y la ganadería. Se han encontrado restos importantes como el Tesoro de Carambolo así como los  santuarios de Cancho Roano y el Turuñuelo.

Los iberos se asentaron en la zona mediterránea y sur de la Península. Eran un conjunto de pueblos que poseían una moneda propia y lengua común, practicaban el comercio y ritos funerarios de incineración.  Los iberos produjeron un arte muy refinado, un ejemplo es la Dama de Elche.

Los pueblos celtas ocuparon la Meseta Norte y noroeste de la Península (Galicia, Asturias…). Destaca el uso de la metalurgia del hierro, la ganadería y la construcción de castros.

Los celtíberos (carpetanos, lusitanos…)  vivían en la meseta y en el Sistema Central. Mezclaban elementos celtas e iberos, aunque predominó el factor celta. Habitaban poblados fortificados como Numancia. En el aspecto artístico destacan los Toros de Guisando.

En el primer milenio a.C. La zona mediterránea va a recibir la llegada de oleadas colonizadoras de pueblos del mediterráneo.

Los fenicios (del Líbano), se asentaron en la costa andaluza y fundaron ciudades como Gades y Malaka

Su actividad era el comercio de metales y difundieron el uso del torno alfarero, la conserva en salazón y la escritura alfabética.

Los griegos fundaron colonias en el litoral mediterráneo como Ampurias y Rhode. Traen vid, olivo, arado y burros.

Los cartagineses fundaron Cartago Nova. Su objetivo era el comercio de metales. En su deseo de controlar el interior se enfrentaron al ejército romano, en las Guerras Púnicas en la que fueron derrotados.


La conquista romana de la Península Ibérica se realizó en diversas etapas. El interés de Roma por la Península Ibérica surgíó durante el siglo III a.C. En el contexto de la segunda guerra púnica contra Cartago (218-197 a.C.). Más tarde, Roma se centró en la conquista del centro y oeste de la Península (155-133 a.C.).Durante la última etapa se extendieron al norte peninsular (29-19 a.C.).

Tras conquistar la Península comienza la romanización que es el proceso de asimilación cultural de los modos de vida romanos por parte de los pueblos indígenas. Los principales focos fueron las ciudades; sus principales difusores los soldados y los comerciantes. En cuanto a la economía en la romanización cabe destacar la agricultura con la triada mediterránea (olivo, vid, trigo), la ganadería con las ovejas y caballos, la pesca (atún y garum) y la minería tanto en Vipasca como en Las Médulas, además, utilizaban como moneda el sestercio.

En los inicios de la conquista (siglo ll a.C.), Hispania se dividíó en dos provincias: Ulterior y Citerior, más tarde pasó a una división de tres provincias y finalmente a seis provincias con Diocleciano (Gallaecia, Baleárica…). La sociedad era patriarcal en la que destacaba las divisiones sociales y el gran desarrollo de la esclavitud. Los miembros de la orden senatorial formaban la cúspide de la pirámide, debajo estaban los caballeros, posteriormente la plebe y finalmente los esclavos.

En cuanto al legado cultural, se inicia el culto tradicional (tríada capitolina). Se difundíó el cristianismo aunque había libertad religiosa (a partir del 313). El latín se difundíó tanto de manera oral como escrita, donde destacan Marcial, Lucano y filósofos como Séneca. Los emperadores fueron de origen hispano como Trajano y Adriano.


En el S.III d.C. El Imperio Romano se hundíó en una crisis de la que no consiguió recuperarse.

En el 409 diversos pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos) penetraron en la Península Ibérica sin encontrar resistencia debido al debilitamiento del Imperio Romano. Para frenar este avance, el Imperio autorizó a los visigodos su asentamiento en la Península como federados para controlar el territorio. A comienzos del siglo V d.C., los visigodos llegaron a un acuerdo con el emperador romano  y establecieron el reino de Tolosa. Así al desaparecer el Imperio en el 476, el reino visigodo se extendía desde el Loira al Tajo, aunque en el 507 tras ser derrotados por los Francos, abandonaron Francia y se asentaron definitivamente en la Península, donde formaron un reino independiente cuya capital fue Toledo.

 En un principio los visigodos se mantuvieron por encima de la población hispano-romana, pero pronto llevaron a cabo una unificación territorial propiciada por Leovigildo conquistando el reino suevo y expulsando a los bizantinos; religiosa por Recadero que se convirtió al catolicismo y legislativa de la mano de Recesvinto al promulgar el Fuero Juzgo (Líber Iudiciorum).

 El rey gobernaba ayudado del Aula Regia, órgano asesor del rey, y de los Concilios de Toledo, formados por nobles y obispos. Cabe destacar la ruralización de la sociedad y el aumento de poder de la nobleza y clero.

La cultura se reducía al ámbito religioso, cuyo representante más destacado fue San Isidoro de Sevilla, quien en el libro Etimologías, intentó mantener el legado cultural romano.

En arquitectura destacan S.Juan de Baños, S.Pedro de la Nave, el templo Santa Comba Bande y en arte la obra de orfebrería el Tesoro de Guarrazar y la colección de coronas votivas.