, y va repitiendo la misma idea a lo largo del poema.
Vemos, eso sí, a partir de ahí una distribución en pareados, marcados por el uso del punto. La autora parte de una situación de presente (“ahora”), con un paréntesis de mirada al pasado (“y no pude ser tierra”) para volver al presente, y así hasta el final, a la espera de su propio descubrimiento.
Como ella misma dice en el poema, esta desazón que siente le lleva a preguntarle constantemente a su yo más íntimo para intentar encontrar respuesta a su situación personal que le atormenta. En cuanto a la estructura externa, el poema consta de trece versos que se combinan en versos alejandrinos y heptasílabos, situados estos últimos, en el primer y quinto verso. En ellos, pone de manifiesto la búsqueda personal que no logra su objetivo “Me busco y no me encuentro” y “No me encuentro a mí misma”. Estos dos versos cautivan la atención del lector tanto métricamente como desde el punto de vista semántico. La rima es consonante en los versos dos y cinco y asonante en el resto, excepto los que no tienen rima ( 7a, 14B, 14-, 14-, 7b, 14-, 14B, 14B, 14A, 14-, 14B, 14B, 14-). Por otro lado, se trata de una composición estrófica que se ajusta para unos a una lira y para otros a una silva, pero lo que no cabe duda es que está influenciada de las vanguardias. Además presenta una rima variable, puesto que encontramos tanto rima consonante en los versos segundo, quinto y duodécimo; como rima asonante en los versos primero, séptimo, octavo, noveno y undécimo o como versos sueltos en los restantes. Analizando, aún más la obra vemos que en cuanto a la estructura interna, está dividida en dos bloques bien diferenciados. Podemos tener constancia de esta división, pues del primer al quinto verso, la autora expone el tema anteriormente dicho de manera íntima, ese intimismo recuerda a Béquer y a Rosalía de Castro. El segundo bloque se encuentra desde el sexto al penúltimo verso donde la autora expresa sus frustración por no poder ser una mujer creadora de vida. A continuación en los dos últimos versos del poema retoma la idea inicial, es decir, la búsqueda de sí misma pero ahora con un ligero optimismo que pudiera ser solo un espejismo, un milagro imposible de cumplir, “ y rondo por las sordas paredes de mí misma// esperando el momento de descubrir mi sombra”, dando a entender una estructura circular. Al tratarse de un texto literario, concretamente del género lírico, se caracteriza por tener una serie de rasgos como son entre otros, su función poética, el carácter connotativo, el valor polisémico y el interés estético. Aunque también predomina la función emotiva, pues se transmiten sentimientos de una alta carga de emotividad. En cuanto a los aspectos morfosintácticos, ésta se caracteriza por tener una perspectica subjetiva, de forma que el poema gira en torno al “yo” poético, por lo que la autora deja claro su intensión de describir su tormento interior. Josefina se detiene en el estado en que se encuentra su alma, su persona.
Se siente perdida, intranquila, intenta descifrar quién es su “yo” realmente pero no consigue conocerlo. Por otro lado, llama la atención la utilización de un vocabulario sencillo pero de alto valor connotativo con lo que expresa sus sentimientos profundos salidos de un mundo en el que solo hay pesadumbre y dolor. Para ello, la autora utiliza una serie d sustantivos abstractos como “incertidumbre”, “esencia” o “armónía” que potencian el desasosiego que siente en su mundo interior. También encontramos dos campos semánticos en los que podemos agrupar los sustantivos del poema. El que hace referencia a la noche que metafóricamente compara consigo misma como “tinieblas”, “sombras”, “oscuridad”, “silencio”, “ vacío2 y otro campo semántico que hace referencia a la creación y la vida como “universo”, “tierra”, “fruto”, etc. Por otro lado, los adjetivos, son en su mayoría explicativos, “oscuras”, “torpe” que aportan sugerentes connotaciones de soledad, frustración y tristeza.En cuanto a los tiempos verbales, destaca el uso del presente de indicativo de forma paralelística al inicio de los versos “me busco”, “rondo”, “interrogo”, “no acierto” que van aumentando en intensidad. Pero sin duda los verbos principales que nos acercan al sufrimiento de la poetisa son “busco” y “encuentro”. Llama la atención también el empleo de gerundios que insisten en remarcar la tristeza e intranquilidad que continúan y que no parecen tener fin: “ tanteando” o “esperando”. También encontramos un pretérito perfecto simple “pude”o octavo que indica un pasado que nunca se cumplíó, en relación la maternidad frustrada. Por otro lado destacan en este poema la utilización de los siguientes recursos literarios. En el plano fónico: Aliteración: “ interrogo al silencio y a este torpe vacío”. En el plano morfosintáctico: Epítetos: “torpe vacío”, “oscuras paredes”. Encabalgamiento: “no este desalentado y lento desgranarse// que convierte en pregunta todo cuanto es herida”. “ y rondo por las sordas paredes de mí misma// esperando el momento de descubrir mi sombra” . Asíndeton: “y no pude ser tierra, ni esencia, ni armónía,// que son fruto, sonido, creación universo.” En el plano léxico-semántico: Personificación: “rondo por las oscuras paredes de mí misma”. “Torpe vacío”. Antítesis: “me busco y no me encuentro”. Metáfora: “y no acierto en el eco de mis incertidumbres”. “Tanteando la noche de todas las esquinas”. “Y rondo por la sordas paredes de mí misma”. Símil: “Y ahora voy como dormida en las tinieblas”.
El presente poema, titulado “Me busco y no me encuentro”, fue publicado en el libro Marzo incompleto (1969) por Josefina de la Torre, escritora canaria perteneciente principalmente al Grupo Poético del 27. Josefina de la Torre fue una polifacética poeta que se dedicó también al cine, el teatro, la música, etc. Desde muy joven, se trasladó a la Residencia de Estudiantes, lo que le permitíó conocer muy de cerca el Vanguardismo que se fraguaba en nuestro país durante la primera mitad del Siglo XX, tendencia literaria caracterizada por la búsqueda incesante de respuestas mediante la originalidad formal y temática. Asimismo, el carácter simbolista de esta tendencia se constata en la profundidad de los temas tratados, señas apreciables en todas sus obras, pero, mayoritariamente, en Marzo Incompleto, donde profundiza en cuestiones universales desde una perspectiva trágica, sin abandonar el tono intimista. Cabe destacar que recibíó influencias de Juan Ramón Jiménez, de algunos poetas del Grupo Poético del 27 (Salinas, Guillén, Lorca…), y de los poetas modernistas canarios como Tomás Morales, Alonso Quesada y Saulo Torón, quienes determinaron su estética literaria. Además de títulos tan significativos como Versos y estampas (1927), Poemas de la isla (1930) o Medida del tiempo (1989) y algunos relatos cortos, Josefina de la Torre escribe la ya mencionada obra Marzo incompleto (1969), poemario dividido en cinco partes, donde la autora vuelca su torturado diario interior, partiendo de su niñez y desembocando en su propio funeral. Plantea su reflexión e itinerario por algunas de las cuestiones universales del pensamiento lírico, pero, esta vez, desde una perspectiva más trágica. El poema propuesto para el comentario pertenece a la cuarta parte, de donde emana un intenso sentimiento de soledad, vacío existencial y frustrada necesidad de ser madre.
El tema del poema expresa el desarraigo de sí misma. La autora busca un sentido a la vida y se siente perdida, rodeada de oscuridad; se interroga constantemente y no halla la respuesta que busca. Un sentimiento de insatisfacción consigo misma es el motivo que la impulsa a expresar de un modo tan trágico su estado personal. El tema viene expresado, de forma reiterativa, en el título y en los versos uno y cinco. El momento vital que experimenta la poetisa en la época de este poema y de este libro es cuando siente frustrados sus deseos maternales. No pudo tener hijos y este hecho marcó un momento decisivo en su creación, que llegó a ser una constante en este Marzo incompleto, y que vemos reflejado en otros versos del libro: “Bajo el techo seguro,/con el árbol y el hijo./¡Qué sencillo…sin el techo seguro,/sin el hijo ni el árbol./¡Qué difícil!
Nos disponemos a comentar el poema titulado Me busco y no me encuentro, creado por la autora Canarias Josefina de la torre, perteneciente al tercer poemario titulado “Marzo Incompleto” publicado en 1968. Nos encontramos, por tanto, ante una poetisa que se inscribe dentro de la Generación del 27 caracterizada por representar una voz singular, personal y compacta, creadora de una poesía íntima y rica en vivencias personales. Estéticamente establecíó estrechos vínculos con la corriente vanguardista hispánica de la primera mitad del Siglo XX, con la denominada poesía pura juanramoniana y, particularmente, con la obra de algunos de los poetas más representativos de la Generación del 27( Salinas, Guillén, Lorca, Alberti…), con los que, en el caso de algunos, tuvo una cercana amistad. De este modo, comparte con ellos, el gusto por la sencillez formal, el lirismo interior, un lenguaje en ocasiones cercano a la expresión popular y las innovaciones vanguardistas. Sin duda alguna, la inclusión de su nombre y de algunos versos de sus dos primeros poemarios (Versos y Estampas, de 1927 y Poemas de la Isla, de 1930) en la segunda antología que Gerardo Diego organizó en torno a los autores del 27, justifica para la crítica la dependencia estética de nuestra autora con respecto a aquel grupo. Pero también Josefina se dejó contagiar del aliento isleño de grandes poetas grancanarios como los modernistas Alonso Quesada Saulo Torón y Tomás Morales. Con el modeernismo comparte un profunda angustia existencial y una evidente ansia de alcanzar un absoluto que le es imposible. Otro rasgo modernista es el gusto por lo local, que ya señaló Pedro Salinas al referirse a la autora como “muchacha-isla”, en el prólogo de Versos y Estampas. Con todo, Josefina de la Torre representa una voz singular, personalísima y compacta, creadora de una poesía íntima, rica en vivencias, aferrada a sus recuerdos y a sus sueños e intalada en la nostalgia de su tierra canaria de la que se alejó, en distintas ocasiones, para participar en proyectos culturales en Madrid y en París. En Marzo Incompleto se reúnen algunos versos escritos mucho antes, entre 1930 y a936, sin embargo, la autora no abandona el tono intimista y su itinerario por algunas de las cuestiones universales del pensamiento lírico, pero ahora, desde otra perspectiva si cabe más trágica. Por lo tanto, el paso en el tiempo, la memoria, la evocación y el desasosiego ante aspiraciones incumplidas, centran el interés de este tercer poemario. La obra posee como tema principal “la insatisfacción de la poetisa consigo misma”. Dicho tema lo ubicamos a lo largo de todo el poemario debido a la frustración que siente la autora en relación con su esterilidad, puesto que siente que no se ha desarrollado como mujer. Josefina de la Torre busca un sentido a la vida, sintiéndose perdida y rodeada de oscuridad. Asimismo, se interroga constantemente y no encuentra la respuesta que ansía. Esto la lleva por un camino de desolación, tristeza, inseguridad, desaliento y rebeldía, como se justifica por la constante presencia del “no”. Como ella misma dice en el poema, esta desazón que siente le lleva a preguntarle constantemente a su yo más íntimo para intentar encontrar respuesta a su situación personal que le atormenta. En cuanto a la estructura externa, el poema consta de trece versos que se combinan en versos alejandrinos y heptasílabos, situados estos últimos, en el primer y quinto verso. En ellos, pone de manifiesto la búsqueda personal que no logra su objetivo “Me busco y no me encuentro” y “No me encuentro a mí misma”. Estos dos versos cautivan la atención del lector tanto métricamente como desde el punto de vista semántico.