Este poema pertenece al poemario de Marzo incompleto, obra de la poeta canaria Josefina de la Torre.
Josefina de la Torre (1907-2002). Es una de las personalidades artísticas más relevantes del panorama hispano y canario. Fue poeta, actriz, cantante, dobladora de cine fundamentalmente. Nació en las Palmas de Gran Canaria, en una de las familias más conocidas del panorama intelectual y artístico de la isla. Claudio de la Torre era su hermano, escritor y dramaturgo. Desarrollaba sesiones de teatro en la casa familiar de las canteras donde se representaban obras de autores modernos. Josefina dio sus primeros pasos en la interpretación en este Teatro Mínimo. También comienza su formación como intérprete instrumental y canto. La culminación de sus estudios la lleva a Madrid. Allí, en la Residencia de Estudiantes, entabla conocimiento con la vanguardia artística, especialmente con la generación del 27 con poetas como Gerardo Diego o Salinas.
Además su obra poética está marcada por otro vínculo, que es la tradición modernista insular con autores como Saulo Torón y Tomás morales, que aparece reflejada en su gusto por la sensorialidad del mundo natural.
Por otro lado, su obra no es muy extensa, destacan sus poemarios como: Versos y estampas (27), Poemas de la isla (39), Marzo incompleto (68), obra en la que se incluye el poema que vamos a comentar; y su ultima composición Medida del tiempo (89).
Los temas más recurrentes en la poesía de esta autora son: la importancia de la memoria, la soledad, el valor de lo sensorial, la maternidad frustrada, el tono confesional, la nostalgia a través de los objetos cotidianos o el paisaje insular, caracterizados por un lenguaje sencillo y transparencia en su dicción poética y el uso de los versolibrismos y de la prosa poética, junto a estrofas clásicas.
El paso del tiempo, la memoria, la evocación, los interrogantes sobre el misterio de la vida, la nostalgia, el desasosiego ante aspiraciones incumplidas centran el interés de Marzo incompleto al que pertenece el poema que vamos a analizar.
Marzo incompleto en concreto, está formado por 54 poemas de extensión irregular, con predominio de versos de arte menor, rima asonante y uso del romance (versos indeterminados de 8 sílabas, rima asonante, a a a a)
Este poema está formado por trece versos en la que se combinan versos heptasílabos (de arte menor con gran importancia respecto al contenido) y alejandrinos (en su mayoría) con asonancia en algunos versos, quedando libres los demás, con la excepción de la repetición al final de los versos 2, 5 y 12 de misma.
Tan solo dos de los versos tienen 7 sílabas (“me busco y no me encuentro/ no me encuentro a mí misma”) resaltando una búsqueda personal que no logra su objetivo.
El tema fundamental del poema es la angustia existencial, la búsqueda del yo que no encuentra produciéndole un sentimiento de desaliento, tristeza, inseguridad que tiñe todo el poema.
La aparición del adverbio de negación “no” sirve para mostrar esa angustia existencial que invade a la autora. Los versos muestran su estado de ánimo: tinieblas, oscuras, sombras, que sumen a la autora en algo parecido al sueño o al letargo. Así la lira expone una desconcertante y desmedida situación vital. Y lo hace desde la certeza y atemporalidad que le confiere el empleo paralelístico e hiperbólico de los presentes de indicativo al inicio de los versos como es el caso de “Me busco”, “Rondo”, “interrogo”, ”no acierto”, “no me encuentro”. A nivel fónico, la aliteración de la consonante “r” dota de especial sonoridad estos versos iniciales. Los pareados parecen querer detenerse a explicar más detenidamente la situación. Con el adverbio “ahora” aparece la concepción de tiempo, con los gerundios que existen en la permanencia de la desazón:” tanteando”, “esperando”, y con el verso pasado “no pude” que abre la enumeración polisindética y metafórica.
Hay sinestesias en “sordas paredes” y adjetivos especificativos (lento, torpe) que imprimen un carácter pesimista a toda composición.
Aparecen personificados el “silencio” y el “vacio” al que la autora interroga esperando una respuesta que no llegará nunca.
La esterilidad queda reflejada a través de enumeraciones “Y no pude ser tierra, ni esencia ni armonía/ que son fruto, sonido, creación, universo”. La conjunción copulativa “y” a principio de verso, anáfora, que dotan al poema de urgencia por encontrarse.
Parte desde el principio con una antítesis “me busco y no me encuentro”, y esa búsqueda interior y personal, infructuosa, que es el poema, da lugar a un desalentado “no me encuentro”. Ya no hay busca, solo la espera de hallar aunque sea su sombra.
También aparecen metáforas como “paredes” para referirse a sí misma. “Y” intensifica el pesimismo que rodea al poema con (oscuras y sordas). Aparece la idea de un ser errático que va sonámbulo por la vida visible en “rondo por las paredes de mí misma”, “y ahora voy como dormida en las tinieblas”.
Los recursos (estructurales) predominantes son el paralelismo, las enumeraciones y las sutiles gradaciones ascendentes que ellas contienen.
Por último antes de producirse el cierre del poema, Josefina emplea entre los versos 10 y 11, el único encabalgamiento de todo el texto, se trata de un encabalgamiento de tipo oracional que fija la atención ya que se concentra el tema del poema de forma implícita.
La expresión que predomina en este poema es expresiva o emotiva porque transmite los sentimientos de angustia y vacío que siente Josefina. Junto a esta función esta presenta la poética, manifestada por elementos rítmicos y abundancia de recursos literarios ( anáforas, paralelismo)