Alba
Estamos ante un texto de carácter dramático que pertenece a la obra de Federico
García Lorca (Granada, 1898 – 1936).
Fue un artista polifacético (escritor, poeta, dramaturgo, músico y dibujante). Estudió Derecho y en la universidad hizo amistad con Manuel de Falla, que le transmitíó su amor por el folclore y lo popular.
A pesar de la situación política y económica que vivíó, la cultura se fortalecíó. Aquí destacamos la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos para renovar la enseñanza, clasista y reservada a unos pocos. Asimismo, a partir de 1919, Lorca se instaló en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde conocíó a figuras importantes como Juan Ramón Jiménez, Dalí o Buñuel; y a otros poetas que constituyeron la Generación del 27, influenciada por los vanguardismos, como Pedro Salinas, Rafael Alberti o Luis Cernuda.
Su poesía se divide en dos etapas: la primera, hasta 1928, en la que empezó a interesarse por el teatro y a ser conocido tras publicar su Romancero gitano y Poema del cante jondo; y la segunda, etapa vanguardista en la que una crisis sentimental le llevó a marcharse a Nueva York en 1929, de la que destacamos el poemario Poeta en Nueva York (Surrealismo). El materialismo extremo y las grandes desigualdades sociales de este país le marcaron de manera que decidíó renovar el teatro español y regresó a España, donde escribíó las obras de teatro El público y Así pasen cinco años, que muestran el cambio de rumbo propiciado por su experiencia americana.
Durante la Segunda República, dirigíó el grupo teatral La Barraca, compañía de teatro universitario que quería llevar el teatro clásico del Siglo de Oro a las zonas rurales de la península. En esos años también triunfó como dramaturgo, tanto en España como en Argentina; por lo que su figura pública se agrandó, y con ella el resentimiento por parte de los sectores más reaccionarios de la sociedad española.
Los últimos años de su vida los dedicó casi exclusivamente al teatro. Sus últimas obras son piezas teatrales: Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934), Doña Rosita la soltera (1935) y La casa de Bernarda Alba (1936), considerada su obra maestra. Fue asesinado al comienzo de la Guerra Civil y su cuerpo no se ha localizado todavía, lo que ha generado diversas polémicas en los últimos años.
Es difícil de encuadrar el teatro de Lorca en un movimiento literario previo, aunque es cierto que sus principales influencias fueron de tipo popular y vanguardista, especialmente el Surrealismo. A pesar de parecer tan opuestas, Lorca las uníó y demostró ser un maestro.
Esta obra, La casa de Bernarda Alba, pertenece al género dramático, concretamente al subgénero de tragedia, con la modalidad discursiva del diálogo, propio de este género. A pesar de ser escrita en 1936, no fue representada hasta 1945 en Buenos Aires, por la compañía de Margarita Xirgú. En España no pudo representarse hasta 1950.
Fue la última obra dramática que escribíó Lorca y está inspirada en un suceso real, aunque se desconoce quiénes fueron los componentes de esta familia. Retoma el conflicto entre la autoridad y el ansia de libertad, ya que, en 1936, la Guerra Civil está a punto de estallar y en los ambientes rurales la censura de las familias para proteger a sus hijos y la tiranía de muchos padres llegan a puntos rutinarios para salvaguardar los asuntos de la casa por temor al qué dirán.
En el fragmento se observan rasgos propios del teatro, como la división en actos y escenas, y las acotaciones, que son cortas, pero en las que se observa cierta intención poética (“se siente crecer el tumulto”), y que forman parte de la narración.
La estructura interna de la obra sigue un orden cronológico. Externamente, está dividida en tres actos: en el primero se presenta la obra, con el duelo, y parte del desarrollo, con el compromiso de Angustias. En el segundo empiezan a sospecharse los líos de Adela con Pepe el Romano; y, en el tercero, se descubre la verdad, Adela muere y Bernarda reafirma su autoridad sobre sus hijas.
Respecto al tema, la obra supone la culminación poética de los temas más habituales en la obra de Lorca: la sexualidad (reprimida) y la muerte; así como el concepto de la honra, la represión que sufrían las mujeres de la España rural y el enfrentamiento entre las viejas y las nuevas costumbres.
En cuanto al fragmento…
TEXTO 1 – ESCENA DEL ABANICO: el tema predominante es el de la honra (importancia de las opiniones ajenas) y la autoridad, reflejado en el personaje de Bernarda, que confina a sus hijas a un luto cruel. También está presente la represión femenina (“malditas sean las mujeres”, “eso tiene ser mujer”, “hilo y aguja para las hembras”); y todo se refuerza con la simbología del encierro y las referencias al agua (pueblo de pozos, pueblo sin río).
Este fragmento…
TEXTO 1 – ESCENA DEL ABANICO: corresponde al comienzo de la obra, en el velatorio del difunto marido de Bernarda, padre de las cuatro hijas menores. Esta escena tiene lugar cuando se van las últimas vecinas y Bernarda se queda a solas con la familia. Aquí, descubrimos que le importan las opiniones ajenas, reflejado en la crítica desagradecida a las vecinas que han acompañado; y prohíbe la alegría y el llanto al mandar callar a Magdalena cuando llora. Asimismo, se evidencia el choque inevitable entre ella y su hija
Adela con el conflicto del abanico.
TEXTO 1 – ESCENA DEL ABANICO: Poncia, Bernarda, Amelía, Adela, Martirio, Magdalena (criada, muchacha, mujer 4a) → descripciones
Bernarda, la protagonista, que impone un código de conducta represivo.
Poncia, una de las criadas de Bernarda, que, como en el pasado fue su amiga, se
toma ciertas licencias con ella, como advertirle de que algo está pasando en su casa.
Las hijas de Bernarda, que son cinco, y tienen su propia personalidad:
Magdalena es la segunda hija. Es la resignada, que se simboliza en su nombre, y acepta las normas de su madre.
Amelía es la tercera hija. Se mantiene al margen de los problemas y acepta, como Magdalena, que nunca llegará a casarse.
Martirio es la cuarta hija. Es cruel y su nombre denota sufrimiento. Descubre los encuentros amorosos de Adela y Pepe e intenta impedirlos por envidia, ya que estaba enamorada de él.
Adela es la hija menor. Representa los nuevos valores y quiere liberarse de la opresión de su madre a través de sus encuentros con Pepe el Romano, del que está embarazada. Cuando se descubre la verdad, opta por suicidarse, siendo una rebelde hasta el último momento.
El estilo y el lenguaje de la obra está sabiamente elaborado, a pesar de su aparente sencillez. Tiene un ritmo agitado (destaca en los fragmentos 2 y 3, no en el 1 “este rasgo no destaca especialmente en ese fragmento, pero sí en otros”) que se observa en frases cortas y exclamaciones (ejemplo)
, acotaciones de salidas y entradas de escena (ejemplo), etc.
Se utiliza un registro coloquial del código lingüístico español, por lo que predomina el lenguaje coloquial (ejemplos) y, sobre todo, las conversaciones rápidas (ejemplo), y los refranes y las expresiones populares (ejemplos); al igual que se tiene en cuenta la condición del personaje para que hable de una forma determinada (ejemplo: Poncia), y se emplean oraciones interrogativas (ejemplo). Asimismo, prevalece el lenguaje expresivo (ejemplo) por tratarse de una discusión entre los personajes que expresan sus sentimientos. Es importante el lenguaje referencial (ejemplo) porque se hace referencia a sucesos reales dentro de la acción. También apreciamos la función fática (ejemplo) porque es un diálogo, así como la función apelativa cuando Bernarda da órdenes (ejemplo).
Abundan los verbos en presente de indicativo (ejemplos) e imperativo (ejemplos), aunque también observamos verbos en presente de indicativo con intención imperativa en las acotaciones; y destacan las oraciones simples (ejemplo). Cabe señalar la verosimilitud del lenguaje, uno de los mayores logros de Lorca, que integra el lenguaje poético y el popular sin forzarlo (ejemplo SOLO 3o FRAGMENTO).
Respecto a los símbolos y recursos literarios, en este fragmento…
TEXTO 1 – ESCENA DEL ABANICO: aparecen dos grandes símbolos de la obra: el bastón y el agua (“este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos”). Cabe señalar el abanico de colores que Adela da a su madre, ya que adquiere una gran importancia al
presentar el conflicto que ambas van a tener; y la simbología del contraste de colores de los vestidos de cada una: Bernarda viste de negro, que se asocia a la muerte y tragedia; Adela viste de verde, el color de la esperanza y la fertilidad, que cumple la función de romper el contraste blanco-negro constante en toda la obra.
Con respecto al lenguaje literario, observamos una metonimia en la frase de Bernarda “llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas”, en la que también hay una metáfora; y se usa la antítesis para contraponer el calor que hay dentro de la casa por el encierro, con el “viento de la calle” que nombra Bernarda. Asimismo, hay un uso despectivo del lenguaje cuando Bernarda se refiere a las mujeres del pueblo como si fueran animales (“andar a vuestras cuevas”, “una manada de cabras”).
Como ya se dijo anteriormente, el teatro de Lorca es difícil de encuadrar en un movimiento literario previo, aunque se puede decir que el periodo de obras dramáticas de Lorca constituye un estilo en sí mismo: la temática femenina relacionada con la represión, en la que aparecen distintos roles como la solterona, la estéril, la sumisa, la rebelde, etc.; la muerte, la sexualidad, y el simbolismo lorquiano. Todo ello como denuncia de la situación de la mujer en la Andalucía de la época. Así mismo, Lorca sigue las reglas clásicas de unidad de acción, de espacio y de tiempo; demostrando su dominio del drama clásico.
En conclusión, La casa de Bernarda Alba es una tragedia rural en la que, junto a sus otras grandes obras, Lorca manifiesta su descontento con la dura situación que le tocó vivir a la mujer en la Andalucía de 1936. Además, en ella apreciamos una concepción clásica de la moral: quienes luchan por su amor y por sus derechos, acaban trágicamente, ya que las imposiciones sociales de la España rural de esa época eran muy fuertes.