PINTURA ITALIANA DEL QUATROCCENTO (S. XV)¨: En el desarrollo del Renacimiento cuenta decisivamente la formación de una nueva clase social: la de los intelectuales. La nueva clase intelectual es fundamentalmente humanista y la constituyen personas seglares con lo que la Iglesia pierde la tutela intelectual europea que hasta entonces poseía. El arte descansará sobre la ciencia. La geometría y las matemáticas irán por delante en la misma concepción de la pintura. La perspectiva y la ciencia de los números serán la obsesión de los pintores. Desde el punto de vista formal se abandona el arte esencialmente lineal (exaltado en el ROMánico y el Gótico) dónde el color es generalmente un elemento ornamental. Resurge, en cambio, la tradición clásica que procura obtener formas tridimensionales al mismo tiempo que situarlas en un espacio posible. La relación de tamaño entre figura y ambiente tiende a situarse en los mismos términos de la naturaleza. Durante el Quatroccento los problemas pictóricos se van complicando: perspectiva, paisajes, luz, proporciones. También se da bastante importancia a los llamados Valores Táctiles que son los que dan relieve y corporeidad a las figuras. En el s. XV aumenta el número de artistas y escuelas, es decir, el Quatroccento es más denso y variado que el siglo anterior. FRAN ANGELICO. No rompe totalmente con el siglo anterior pero en sus últimas obras se muestra quatroccentista realizando importantes progresos en anatomía y movimiento. Casi toda su obra se encuentra en San Marcos de Florencia dónde pintó el claustro, la sala capitular y todas las celdas. Tiene dos vertientes: a/ medieval del s. XIII de la escuela de Siena y b/ pintor moderno quatroccentista con las preocupaciones propias de su época. Otra obra suya es La Anunciación, en la que concede mucha importancia a los fondos. Utiliza dos tipos de paisaje: el de la izquierda, un paisaje de la naturaleza en el que representa a Adán y Eva, y a la derecha otro paisaje arquitectónico en el que está situada la escena de La anunciación. Un elemento muy importante de la obra es el sol, con ese rayo luminoso que cruza todo el cuadro para incidir directamente en la Virgen. Tiene predilección por el oro y el alargamiento de las formas. MASACCIO. Recibe influencia de Giotto en la composición clara, equilibrada y dramática, con escasos personajes cuyos gestos, acciones y actitudes están encaminados a un fin. Masaccio representa la monumentalidad de Giotto pero fusiona mejor las figuras con el ambiente. Evita lo anecdótico y acentúa el valor de lo fundamental. Destaca su obra Tributo a César en la que aparece una perspectiva horizontal, hay profundidad en el cuadro pese a la isocefalia; en primer término hay un personaje vuelto de espaldas cuyas arqueadas piernas dan movimiento a todo el cuadro. Sus obras frecuentemente se enmarcan en arquitectura clásica. PIERO DELLA FRANCESCA. Es un teórico, aprovechó los conocimientos de Ucello y lo mismo que él, cayó en el estatismo. Decoró el Templo de Malatesta en Rímini (obra de Alberti). Pero su obra principal son los frescos de la leyenda de la Santa Cruz de Arezzo de los que cabe resaltar el Sueño de Constantino que es un cuadro que se puede considerar precursor del tenebrismo. BOTTICELLI. Abre las puertas al Bajo Renacimiento. Debe su importancia a los cuadros de caballete. No le preocupan las conquistas técnicas, se deja llevar únicamente por la inspiración. Pintó escenas religiosas como los tondos de la Virgen del Magníficat y de la Virgen de la Granada. Sintió gran afición por los temas mitológicos de los que fue un gran intérprete. Realiza la Alegoría de la Calumnia y la Alegoría de la Primavera; el Nacimiento de Venus se puede considerar como un elogio al desnudo femenino y a la fuerza del amor, simbolizado ambos en el cuerpo curvilíneo de la diosa Venus. La pintura, ejecutada en 1484, pudo tener un precedente en una obra de temática similar elaborada por el pintor griego APELES que, aunque perdida, era recordada en Florencia gracias a unos versos de Poliziano: “Por los céfiros lascivos empujada veríais la diosa que del mar salía exprimiendo cabellera remojada mientras otra mano el pecho le cubría” El momento real que representa el cuadro no es el nacimiento de la diosa, sino su llegada sobre una concha (símbolo de fertilidad) a una de las islas que tradicionalmente se consagra a Venus, posiblemente Citerea. Venus llega empujada por el viento exhalado por céfiro, cuyo cuerpo se entrelaza con Cloris, ninfa de la brisa. Las rosas que caen a su alrededor simbolizan el amor. Al otro lado, la ninfa Flora espera a Venus para arroparla con su manto. El cuerpo de Venus resplandece con una desnudez lánguida, mientras su larga cabellera se agita al viento formando un dibujo sinuoso muy carácterístico de este pintor. El contraposto que observamos en la diosa nos remite a la Antigüedad clásica mientras que para su rostro se inspiró en una de las jóvenes más bellas de Florencia, Simonetta Vespucci, amiga de su mecenas Lorenzo el Magnífico. En esta obra ignora la perspectiva de forma deliberada lo mismo que deja en un segundo plano un paisaje pintado con cierto “infantilismo”. Son las figuras quienes centran el interés del espectador, sobre todo la diosa en cuyo rostro esconde toda la melancolía y la dulzura que Botticelli da a sus figuras femeninas. Realizó también una obra patética de carácter religioso que fue el Descendimiento.