Tras el Golpe de Estado de 1936 se inicia la Guerra Civil española que supuso el final de un intento de modernización del país por parte de la Segunda República. La dictadura de Franco se prolonga hasta su muerte en 1975. A nivel social, se sufre escasez por el bloqueo de las naciones occidentales que, tras la Segunda Guerra Mundial, niegan su ayuda al único régimen fascista que ha quedado en pie. Estas duras condiciones comenzaron a desaparecer en los años 60, con la apertura del régimen al exterior. En lo cultural, finaliza un periodo de gran productividad, aunque continuó en los autores que se exiliaron en México, Argentina, Puerto Rico o EEUU. La España exiliada y la del interior siguieron caminos muy diferentes.
Los autores desterrados siguen publicando pero sus obras no se conocen en España debido a la censura.
Tres son sus temas: el pasado, la añoranza de España y la realidad del exiliado. Proliferan los libros de memorias y autobiografías como La arboleda perdida de Rafael Alberti o Memoria de la melancolía de María Teresa León. Otros autores exiliados son: Max Aub (Campo francés) o Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español).
En España, la muerte de escritores como Unamuno, Valle o Lorca, el exilio y la censura hacen necesario crear una nueva narrativa que retoma la tradición realista y abandona el Vanguardismo. La censura actúa en un doble sentido: prohíbe la difusión de determinadas obras y provoca la autocensura del novelista. Destaca la presencia del tema de la Guerra Civil. En cuanto a la evolución de la novela, podemos distinguir varias etapas:
Es una novela falangista de tipo partidista y propagandista y de escasa calidad. Destacan autores como Rafael García Serrano y Torrente Ballester.
la novela existencialista. La novela que se convertirá reflejo amargo de la vida cotidiana. Los grandes temas son la soledad, la inadaptación, la frustración,… Los personajes son marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados y revelan el malestar del momento. La censura hace imposible cualquier intento de denuncia. Por eso aún no puede hablarse de novela social; lo que se hace es trasponer el malestar social a lo personal. Las narraciones se desenvuelven, por lo general, en ambientes urbanos con una estructura narrativa tradicional. La renovación arranca con La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela que inauguró el llamado tremendismo que se caracteriza por mostrar los aspectos más sórdidos de la realidad de una manera cruda. Le siguen Nada de Carmen Laforet (situada en Barcelona, cuenta la historia de una chica que se traslada a casa de su abuela para estudiar en la universidad) y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes. Torrente Ballester es un autor difícilmente clasificable, que se mantuvo al margen de la literatura existencial (Los gozos y las sombras). Otras tendencias de los años cuarenta son la novela de Realismo tradicional (Juan Antonio de Zunzunegui), narrativa fantástica y narrativa de humor (Álvaro Cunqueiro).
la novela del Realismo social. Cela con La colmena (1951) renueva la novela en este periodo. Se enmarca en el Realismo crítico ya que no se limita a mostrar la realidad, sino que también la denuncia. El protagonista es colectivo; hay unos trescientos personajes, la mayoría de clase media baja y la acción dura unos días. Entre los narradores del Realismo crítico están Juan Goytisolo (Juan Sin Tierra) o Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa).
La otra orientación estética de la década es el Realismo objetivista donde el narrador presenta los hechos con objetividad y reproduce los diálogos como lo haría una grabadora. El narrador intenta pasar desapercibido, sin hacer interpretaciones personales. Es el caso de Rafael Sánchez Ferlosio en El Jarama. Narradores objetivistas fueron: Jesús Fernández Santos con Extramuros o Carmen Martín Gaite (Entre visillos).
En esta década los temas se desplazan de lo individual a lo colectivo. Los personajes son representativos de las distintas clases y están en conflicto con el entorno. La estructura es lineal, aparentemente sencilla; de hecho, se acusó a estos novelistas de pobreza técnica. Predomina el diálogo y el tiempo se reduce a un corto espacio. El lenguaje adopta el estilo de la crónica, directo y sencillo.
El cuento tuvo un gran desarrollo en esta década y participa también del Realismo social, pero con mayor variedad temática. Autores importantes fueron Ignacio Aldecoa o Ana María Matute.
La novela experimentalista o estructural. A principios de los años 60, el Realismo social estaba agotado y los autores recuperan a grandes novelistas de los años 20 como Kafka o Joyce, y autores hispanoamericanos como Cortázar. Se produce una renovación de fondo y forma. Sus carácterísticas más importantes son la desaparición del narrador omnisciente (la narración puede llegar desde múltiples perspectivas para ofrecer distintas versiones (punto de vista múltiple), la estructuración en secuencias y no en capítulos, la escasa importancia del argumento y la sucesión de historias de forma alternativa (técnica del contrapunto). Además de la primera y tercera personas, se utiliza la segunda persona narrativa. Pierde peso el diálogo a favor del estilo indirecto libre y del monólogo interior (asistimos al brotar de los pensamientos en la mente del personaje). Las historias no se narran cronológicamente. La organización del tiempo puede llegar a ser caótica, entonces se habla de rompecabezas temporal. Se utilizan también artificios tipográficos: ausencia de puntuación, distintos tipos de letra,… La obra fundamental es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, que se inspira en técnicas usadas por Joyce en Ulises. Son autores de esta etapa Juan Benet (Regíón) o Miguel Delibes (Cinco horas con Mario).
5. Los años 70: la generación del 68. Durante los años 70 se produce cierta relajación de la censura lo que favorece que los novelistas se dejen influir por la narrativa que se hace fuera de España. La novela termina por volver a la escritura tradicional simplificando las estructuras narrativas. Se recupera el argumento, la trama y los personajes. Igualmente, se vuelve al uso de la primera y tercera personas narrativas y se recuperan los diálogos. Los autores abandonan, en general, las intenciones ideológicas o políticas y reaparecen las preocupaciones existenciales y la presencia de la intimidad. Se acude además a los géneros narrativos tenidos por menores o de masas, como la novela negra, el folletín, el relato de aventuras o la novela de ciencia ficción. Destacan Juan José Millás (Visión del ahogado), Manuel Vázquez Montalbán con la serie
Los autores desterrados siguen publicando pero sus obras no se conocen en España debido a la censura.
Tres son sus temas: el pasado, la añoranza de España y la realidad del exiliado. Proliferan los libros de memorias y autobiografías como La arboleda perdida de Rafael Alberti o Memoria de la melancolía de María Teresa León. Otros autores exiliados son: Max Aub (Campo francés) o Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español).
En España, la muerte de escritores como Unamuno, Valle o Lorca, el exilio y la censura hacen necesario crear una nueva narrativa que retoma la tradición realista y abandona el Vanguardismo. La censura actúa en un doble sentido: prohíbe la difusión de determinadas obras y provoca la autocensura del novelista. Destaca la presencia del tema de la Guerra Civil. En cuanto a la evolución de la novela, podemos distinguir varias etapas:
1. Novela de inmediata posguerra
Es una novela falangista de tipo partidista y propagandista y de escasa calidad. Destacan autores como Rafael García Serrano y Torrente Ballester.
2. Los años 40:
la novela existencialista. La novela que se convertirá reflejo amargo de la vida cotidiana. Los grandes temas son la soledad, la inadaptación, la frustración,… Los personajes son marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados y revelan el malestar del momento. La censura hace imposible cualquier intento de denuncia. Por eso aún no puede hablarse de novela social; lo que se hace es trasponer el malestar social a lo personal. Las narraciones se desenvuelven, por lo general, en ambientes urbanos con una estructura narrativa tradicional. La renovación arranca con La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela que inauguró el llamado tremendismo que se caracteriza por mostrar los aspectos más sórdidos de la realidad de una manera cruda. Le siguen Nada de Carmen Laforet (situada en Barcelona, cuenta la historia de una chica que se traslada a casa de su abuela para estudiar en la universidad) y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes. Torrente Ballester es un autor difícilmente clasificable, que se mantuvo al margen de la literatura existencial (Los gozos y las sombras). Otras tendencias de los años cuarenta son la novela de Realismo tradicional (Juan Antonio de Zunzunegui), narrativa fantástica y narrativa de humor (Álvaro Cunqueiro).
3. Los años 50:
la novela del Realismo social. Cela con La colmena (1951) renueva la novela en este periodo. Se enmarca en el Realismo crítico ya que no se limita a mostrar la realidad, sino que también la denuncia. El protagonista es colectivo; hay unos trescientos personajes, la mayoría de clase media baja y la acción dura unos días. Entre los narradores del Realismo crítico están Juan Goytisolo (Juan Sin Tierra) o Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa).
La otra orientación estética de la década es el Realismo objetivista donde el narrador presenta los hechos con objetividad y reproduce los diálogos como lo haría una grabadora. El narrador intenta pasar desapercibido, sin hacer interpretaciones personales. Es el caso de Rafael Sánchez Ferlosio en El Jarama. Narradores objetivistas fueron: Jesús Fernández Santos con Extramuros o Carmen Martín Gaite (Entre visillos).
En esta década los temas se desplazan de lo individual a lo colectivo. Los personajes son representativos de las distintas clases y están en conflicto con el entorno. La estructura es lineal, aparentemente sencilla; de hecho, se acusó a estos novelistas de pobreza técnica. Predomina el diálogo y el tiempo se reduce a un corto espacio. El lenguaje adopta el estilo de la crónica, directo y sencillo.
El cuento tuvo un gran desarrollo en esta década y participa también del Realismo social, pero con mayor variedad temática. Autores importantes fueron Ignacio Aldecoa o Ana María Matute.
4. Los años 60:
La novela experimentalista o estructural. A principios de los años 60, el Realismo social estaba agotado y los autores recuperan a grandes novelistas de los años 20 como Kafka o Joyce, y autores hispanoamericanos como Cortázar. Se produce una renovación de fondo y forma. Sus carácterísticas más importantes son la desaparición del narrador omnisciente (la narración puede llegar desde múltiples perspectivas para ofrecer distintas versiones (punto de vista múltiple), la estructuración en secuencias y no en capítulos, la escasa importancia del argumento y la sucesión de historias de forma alternativa (técnica del contrapunto). Además de la primera y tercera personas, se utiliza la segunda persona narrativa. Pierde peso el diálogo a favor del estilo indirecto libre y del monólogo interior (asistimos al brotar de los pensamientos en la mente del personaje). Las historias no se narran cronológicamente. La organización del tiempo puede llegar a ser caótica, entonces se habla de rompecabezas temporal. Se utilizan también artificios tipográficos: ausencia de puntuación, distintos tipos de letra,… La obra fundamental es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, que se inspira en técnicas usadas por Joyce en Ulises. Son autores de esta etapa Juan Benet (Regíón) o Miguel Delibes (Cinco horas con Mario).
5. Los años 70: la generación del 68. Durante los años 70 se produce cierta relajación de la censura lo que favorece que los novelistas se dejen influir por la narrativa que se hace fuera de España. La novela termina por volver a la escritura tradicional simplificando las estructuras narrativas. Se recupera el argumento, la trama y los personajes. Igualmente, se vuelve al uso de la primera y tercera personas narrativas y se recuperan los diálogos. Los autores abandonan, en general, las intenciones ideológicas o políticas y reaparecen las preocupaciones existenciales y la presencia de la intimidad. Se acude además a los géneros narrativos tenidos por menores o de masas, como la novela negra, el folletín, el relato de aventuras o la novela de ciencia ficción. Destacan Juan José Millás (Visión del ahogado), Manuel Vázquez Montalbán con la serie