Ética y Política son ciencias prácticas, encargadas de la acción humana. La ética aborda el estudio de la
conducta y finalidad del hombre como individuo, la política se ocupa de lo mismo, pero considerando al
individuo parte de una sociedad. La ética se subordina a la política pues, dada la natural sociabilidad del ser
humano, sólo en la polis es posible una vida plenamente humana, moral, feliz y virtuosa.
En primer lugar, podemos caracterizar la ética aristotélica como una ética teleológica (-de télos = fin- en
cuanto que la conducta humana persigue fines); eudemonista (el fin último es la felicidad); y centrada en el
concepto de virtud como medio de alcanzar la felicidad.
Consecuente con su concepción teleológica o finalista de la naturaleza, Aristóteles sostiene que el ser
humano –como el resto de seres naturales- persigue fines con su conducta, fines que son bienes. Son
múltiples los bienes o fines, pero todos están subordinados al fin o bien último, la felicidad, de manera que
el resto de fines son medios para el bien supremo que es la felicidad. La felicidad (eudaimonía) es el bien
supremo porque se busca por sí misma, no como medio para otro fin.
¿Qué es la felicidad y cómo se logra? Es un error confundir la felicidad con el placer, con el honor o con la
riqueza y se logra a través de la virtud (areté). Pero, ¿cuál es la actividad cuyo ejercicio excelente o virtud
hace feliz al hombre? La respuesta la encuentra Aristóteles en la tradición intelectualista socrática y
platónica: la felicidad como bien o fin último se logra ejercitando la actividad más propia del hombre según su naturaleza esencial. Como la racionalidad es lo más propio y específico de la naturaleza humana, el
hombre será feliz mediante las virtudes intelectuales, practicando el conocimiento, la sabiduría. El sabio es
el humano feliz y virtuoso que vive conforme a la razón. A pesar de ello, su sentido realista le hace
reconocer que un mínimo indispensable de bienestar, riqueza y satisfacción de necesidades materiales son
condiciones para ser feliz.
¿Cómo se adquiere la virtud? Cualquier virtud se adquiere gracias al hábito, el aprendizaje y la repetición,
exige esfuerzo y voluntad, no es una capacidad innata. Por eso en Aristóteles la virtud es una potencia o
posibilidad, es decir, una capacidad potencial de realizar de manera excelente una actividad que se
actualiza por la costumbre. Diferencia, pues, dos géneros o tipos de virtudes: éticas o morales –
perfeccionan la voluntad- y dianoéticas o intelectuales, -perfeccionan el intelecto-. Las primeras -(virtudes
éticas)- consisten en el hábito de elegir el término medio relativo a nosotros. Se trata, por tanto, de una
costumbre que se adquiere y que orienta la elección, relativa a cada uno y en cada situación, de un término
medio situado entre dos extremos, uno por defecto y otro por exceso. Por ejemplo, en una situación de
riesgo, la valentía –en función de las posibilidades reales de cada uno- sería el término medio que elegiría el
virtuoso moral entre dos extremos opuestos, la cobardía por defecto y la temeridad, intrepidez u osadía
por exceso. Las virtudes intelectuales perfeccionan el entendimiento o razón en relación al conocimiento,
las éticas perfeccionan el carácter, el modo de comportarse. Entre las primeras destaca la sabiduría y la
prudencia (la prudencia consiste en dirigir bien la vida del hombre, deliberar con corrección acerca de lo
bueno y lo malo), entre las segundas la justicia y la amistad.
La ética está subordinada a la política por la natural sociabilidad del hombre. El hombre es un zoon
politikon (un animal político, social por naturaleza) y la ciudad, la polis es el marco donde puede alcanzar
una vida feliz, donde se realiza el hombre moralmente. Así pues, aunque el bien o propósito del individuo
es el mismo que el de la polis, sólo en ésta se puede alcanzar plenamente la felicidad.
Aristóteles aplica también a la política su concepción teleológica o finalista: si el hombre es un ser social por
naturaleza, entonces la polis es su fin último, su bien o perfección. Según Aristóteles la secuencia por orden
cronológico sería: individuo____familia____aldea____ciudad o polis o estado. Por tanto cada parte está en
potencia respecto del escalafón siguiente al que aspira: el individuo no es pero aspira a ser familia, la
familia es potencialmente aldea y la aldea está en potencia de la ciudad a la que tiende. La naturaleza, que
no hace nada en vano, ha dividido a varones y hembras, de ahí nace la familia como primera forma de
comunidad necesaria para la reproducción y la satisfacción de necesidades elementales. Después se
constituye la aldea como grupo de familias y la uníón de varias familias configura la polis. Pero el Estado es
anterior ontológicamente y por naturaleza por las siguientes razones:
Sin el todo del que forman parte (la polis o Estado) y donde cumplen su función, las partes
(individuos, familias, aldeas) no existirían. ¿Qué sería y qué función cumpliría un dedo amputado
sin la mano de la que forma parte?
La polis o Estado es el bien o finalidad hacia el que tienden por naturaleza y para su realización los
individuos y las familias. La polis es anterior porque es el fin de las partes y donde se realiza la
perfección a la que éstas tienden. En orden al fin el todo es anterior y superior a las partes.
Individuo, familia y aldea son incompletas, imperfectas, sólo el Estado es autosuficiente.
Si el hombre es social por naturaleza, no puede existir sin la polis o fuera de ella.
Sólo es autosuficiente el Estado porque sólo la polis proporciona la plena satisfacción de las necesidades
tanto materiales como ético-morales. En el Estado se realiza la justicia y el individuo puede alcanzar una
vida plena, digna, feliz. Las leyes garantizan una vida moral y feliz porque permiten que los ciudadanos
vivan conforme a lo que es objetivamente bueno y justo. La ley supera el egoísmo e interés personal. Una
polis donde haya acuerdo es condición para la realización del hombre, para la felicidad. La máxima
expresión del acuerdo es la ley, la Constitución. Por eso la naturaleza ha dotado al hombre de un lenguaje
mediante el que puede comunicarse con sus semejantes sobre temas de interés común para la convivencia.
Este acuerdo se plasma en las leyes.