El problema sucesorio:
En los últimos años de la vida de Fernando VII, en Octubre 1830, nacíó Isabel de Borbón. Finalmente el rey había conseguido tener descendencia con su cuarta esposa, María Cristina de Borbón. Unos meses antes del parto, el rey aprobó la Pragmática Sanción por la que se abolía la Ley Sálica de 1713 que excluía del trono a las mujeres. Carlos Mª Isidro, hermano del rey y hasta ese momento su sucesor, vio cerrado su camino al trono y no lo aceptó.
La Guerra Civil (1833-1839):
Inmediatamente después de conocerse la muerte de Fernando VII, en Septiembre de 1833, se iniciaron levantamientos armados a favor del pretendiente Carlos. Comenzaba una larga Guerra Civil que iba a durar siete años. En el bando isabelino se agruparon las altas jerarquías del ejército, la Iglesia y el estado, y a ellos se unieron los liberales, que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de la niña Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. En el bando carlista se agruparon todos los que se opónían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos de determinadas zonas del país. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los derechos al trono de Carlos y los ideales que el pretendiente defendía, el absolutismo y el inmovilismo absoluto. Los principales elementos del programa político de Carlos era: –Oposición radical a las reformas liberales. –Defensa de la monarquía absoluta. –Tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia. –Defensa de los fueros vasco-navarros, amenazados por las reformas igualitarias y centralistas de los liberales:
La guerra en el terreno bélico tuvo dos grandes personajes: el carlista Zumalacárregui y el liberal
Espartero.
Tras unos primeros años de incierto resultado, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron continuas y Don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el denominado Convenio o Abrazo de Vergara (1839). Acuerdo firmado por Espartero y Maroto. En el acuerdo se reconocieron los grados militares de los que habían luchado en el ejército carlista y se hizo una ambigua promesa de respeto de los fueros vasco-navarros.
Regencias de María Cristina y Espartero (1833-1843):
Ante la minoría de edad de Isabel, María Cristina de Borbón asumíó la Regencia a la muerte de su marido Fernando VII en 1833. María Cristina llamó a Martínez de la Rosa, un liberal moderado, a formar un gobierno que hiciera frente a la insurrección carlista. Martínez de la Rosa emprendíó una serie de reformas muy moderadas. Entre ellas destacó el Estatuto Real en 1834. Se trata de una Carta Otorgada, concedida por la voluntad de la Regente, en la que se conceden algunas reformas: Se establecieron unas Cortes bicamerales formadas por la Cámara de Próceres y la Cámara de Procuradores, elegida mediante un sufragio censitario muy restringido (varones +25 años). Estas Cámaras tenían funciones muy limitadas y el monarca manténía importantes poderes.
La escisión de los liberales:
La insuficiencia de las reformas de Martínez de la Rosa, en un contexto de Guerra Civil contra los carlistas, llevó a que los liberales terminaran por escindirse en dos grupos: moderados y progresistas. La Guerra Civil culminó la división del liberalismo español, iniciada en el Trienio Liberal.
Los liberales progresistas
Limitación del poder de la Corona, ampliación del sistema de libertades, defensores de reformas radicales como la desamortización de los bienes eclesiásticos y de los ayuntamientos, ampliación del cuerpo electoral, elección popular de alcaldes y concejales en los ayuntamientos, liberalismo económico y reducción de la protección arancelaria, constitución de un cuerpo armado, la Milicia Nacional. Estos concentraron su apoyo social en las clases medias urbanas: artesanos, tenderos, empleados… Sus principales dirigentes fueron Espartero, Mendizábal, Madoz, Olózaga y Prim. Hacia 1849 sufrieron una escisión por su izquierda, naciendo el Partido Demócrata. Que defendían el sufragio universal, la asistencia social estatal y una amplia libertad de asociación.
Los liberales moderados
Orden y autoridad fuerte, rechazo de las reformas que pusieran en cuestión sus propiedades, sufragio censitario restringido, designación de los ayuntamientos por el gobierno central, supresión de la Milicia Nacional. Este programa se concretó en la Constitución de 1845, Ley de Ayuntamientos de 1845 y Ley Electoral de 1846. Su apoyo social residía en las clases altas del país. Sus principales dirigentes fueron Martínez de la Rosa, el general Narváez y Alejandro Mon.
La Constitución de 1837:
En contexto de Guerra Civil, tuvo lugar en 1836 el “Motín de la Granja”. Los sargentos de la Guardia Real obligaron a la Reina Regente a suspender el Estatuto Real y proclamar la Constitución de 1812. María Cristina tuvo que llamar a los progresistas al poder con Mendizábal. La desamortización de Mendizábal consistíó en la nacionalización de las propiedades rústicas y urbanas de la Iglesia y su venta posterior en subastas públicas a particulares. Una vez en el gobierno, dándose cuenta de que la Constitución de 1812 era inaceptable para los moderados, iniciaron un proceso de reforma de la Constitución de Cádiz. El nuevo texto constitucional tuvo las siguientes carácterísticas: –Soberanía nacional. -División de poderes. –Se recogían diferentes derechos individuales y libertad de imprenta. –No se prohibían otras religiones. En 1837, fuera de la Constitución que no determinaba el tipo de sufragio, se aprobó una ley electoral que establecíó el voto censitario masculino. Tenían derecho de voto: los mayores contribuyentes y varones de determinado nivel intelectual.
La caída de María Cristina y el rápido fracaso de la regencia de Espartero:
La oposición de la Regente a la Ley de Ayuntamientos de 1840 (elección alcaldes y concejales), unido a diversos problemas la forzaron a renunciar y a marchar fuera del país. En su ausencia se nombró a un nuevo Regente: el General Espartero (1841-1843). Durante su corta regencia, se aceleró la desamortización de los bienes eclesiásticos y se recortaron los fueros vasco-navarros. La firma de un acuerdo librecambista con Inglaterra engendró grandes protestas en Barcelona que fueron duramente reprimidas. El bombardeo de la ciudad llevó a que Espartero perdiera todo su popularidad, incluso entre los propios progresistas. Finalmente, una sublevación militar organizada por los moderados, a la que se unieron algunos progresistas, precipitó el fin de la Regencia de Espartero y las nuevas autoridades aceleraron, pese a tener solo catorce años, la coronación como reina de Isabel II.
Reinado de Isabel II
La Década Moderada (1843-1854)
Tras acceder al trono al adelantarse su mayoría de edad en Noviembre de 1843, Isabel II mostró desde un principio su preferencia por los moderados. En Mayo de 1844 se formó un gabinete presidido por el General Narváez, la gran figura de los moderados. Estas fueron las principales medidas que se adoptaron durante la siguiente década:
–Creación en 1844 de la Guardia Civil y se suprimíó la Milicia Nacional. –Ley de Ayuntamientos de 1845. –Reforma del sistema fiscal de 1845, elaborada por Alejandro Mon. –Ley Electoral de 1846 que configura un verdadero régimen oligárquico. Se establecíó un sufragio muy restringido. –Concordato de 1851. Acuerdo con la Santa Sede por el que el Papa reconocíó a Isabel II como reina y aceptó la pérdida de los bienes eclesiásticos ya desamortizados. A cambio el estado español se comprometíó a subvencionar a la Iglesia y a entregarla el control de la enseñanza y a encargarla labores de censura. –La Constitución de 1845: De carácter moderado, se diferencia de la de 1837 en una serie de aspectos esenciales: Soberanía compartida del Rey y las Cortes. Confesionalidad del Estado. Recorte de los derechos individuales, especialmente la libertad de expresión.
El Bienio progresista (1854-1856):
El poder cada vez más dictatorial de Narváez propició un creciente descontento que culminó en un pronunciamiento de complejo desarrollo. Iniciado por el general O’Donnell en Vicálvaro, el golpe militar se radicalizó tras la publicación del Manifiesto de Manzanares.Finalmente el golpe triunfó y propició la formación de un gobierno presidido por el progresista
Espartero. La otra gran figura del gobierno, el general O’Donnell creó un nuevo partido, la Uníón Liberal, que trató de cubrir un espacio de centro entre moderados y progresistas, aunque gobernó junto a estos en el inicio del bienio.
Durante este corto período destacaron las siguientes medidas: –La desamortización general de Madoz en 1855 que culminó el proceso desamortizador, con los bienes de los municipios. –Unas nuevas Cortes Constituyentes iniciaron la elaboración de una nueva constitución más progresista que no llegó a aplicarse. –Se adoptaron medidas para propiciar la modernización económica del país como la Ley de Ferrocarriles de 1855.
La vuelta de los moderados al poder (1856-1858):
La agitación social creciente provocó la ruptura entre Espartero y O’Donnell. Nombrado el líder de la Uníón Liberal presidente del gobierno en Julio de 1856 se inició un proceso de revisión de la labor del bienio que finalmente trajo la vuelta de Narváez y los moderados al poder en Octubre de 1856. Se volvía así al régimen moderado de la Constitución de 1845.
La Uníón Liberal de O’Donnell (1858-1863)
Tras un período de dos años con Narváez y los moderados (1856-1858), O’Donnell y la Uníón Liberal volvieron al poder en 1858. Esta época estuvo marcada por la euforia económica (“boom” de los ferrocarriles) y por el intervencionismo exterior. Esta amplia actividad bélica apenas dio ningún resultado práctico para el país.
La vuelta de los moderados (1863-1868)
La vuelta de Narváez al poder en 1863 marca el inicio del período terminal del partido moderado. La inestabilidad política y la deriva autoritaria de los gobiernos caracterizaron una etapa en la que la bonanza económica llegó a su fin tras la crisis económica de 1864. Los intentos de insurrección como el motín de San Gil en Madrid en 1866 fueron duramente reprimidos. El creciente autoritarismo del anciano Narváez llevó a la formación del Pacto de Ostende: unionistas, progresistas y republicanos se aliaron para derribar a Isabel II y el régimen moderado.
La crisis económica y la revolución de Septiembre (La Gloriosa)
Las prácticas dictatoriales de Narváez y González Bravo extendieron la impopularidad del régimen moderado y de la reina Isabel II, que siempre les había apoyado. La crisis económica iniciada en 1866 acrecentó el descontento de la población. La muerte de O’Donnell en 1867 propició el acercamiento de la Uníón Liberal, encabezada por el general Serrano, con el propósito cada vez más definido de poner fin al reinado de Isabel de Borbón. Los progresistas, dirigidos por el general Prim, y los demócratas, habían firmado en 1866 el llamado Pacto de Ostende por el que se comprometían en el objetivo de derrocar a Isabel II. Finalmente la sublevación estalló en Septiembre de 1868. Iniciada por el unionista almirante Topete en Cádiz, al pronunciamiento militar se le unieron rápidamente sublevaciones populares en diversas zonas del país. Isabel II huyó a Francia. La que los progresistas vinieron a denominar “Revolución Gloriosa” había triunfado con gran facilidad en el país.