MUJER.— ¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. Van abrazados, como una exhalación.
PADRE.— ¡No es verdad! ¡Mi hija, no!
MADRE.— ¡Tu hija, sí! Planta de mala madre, y él, él también, él. Pero ¡ya es la mujer de mi hijo!
NOVIO (entrando).— ¡Vamos detrás! ¿Quién tiene un caballo?
MADRE.— ¿Quién tiene un caballo ahora mismo, quién tiene un caballo? Que le daré todo lo que tengo, mis ojos y hasta mi lengua…
VOZ.— Aquí hay uno.
MADRE (al hijo).— ¡Anda! ¡Detrás! (Salen con dos mozos.) No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien…; pero sí, ¡corre, y yo detrás!
PADRE.— No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
MADRE.— Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡esa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí.
Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. (La gente se separa en dos grupos.) Porque tiene gente; que son sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!
Aspectos textuales
Organización de las ideas
Fragmento de una escena del final del acto II de la obra de teatro Bodas de sangre de Federico García Lorca. Se producen nueve intervenciones. A pesar de su brevedad, se observa un planteamiento cuando aparece la mujer en escena, el nudo que se corresponde con otro cambio de escena y muestra la reacción del novio, y el desenlace.
Planteamiento:
(Aparición de la mujer y primera intervención del padre y la madre):
Anuncio de la huida de Leonardo y la novia.
- Rechazo de esa realidad por parte del padre.
- Recriminación de la suegra: honra manchada.
Nudo: (
Cambio de escena: aparición del novio hasta la segunda intervención del padre):
Determinación del novio de vengarse.
- Indecisión de la madre: vence su deseo de limpiar la honra.
- Incredulidad del padre.
Desenlace:
(Última intervención de la madre):
La venganza abre la enemistad entre las dos familias.
Comentario de la estructura
El texto es adecuado porque utiliza un registro y un nivel del lenguaje adaptados al receptor (público de la época). Es coherente puesto que muestra una progresión dramática que alcanza el clímax cuando la madre alienta a los parientes y amigos del novio a que formen dos bandos rivales. Y está cohesionado porque utiliza recursos como la anáfora (le daré todo lo que tengo), la deixis personal (mi hija / tu hija / mi familia/ Tú con el tuyo y yo con el mío)
Que contextualiza el conflicto entre las dos familias;
deixis temporal (ahora mismo) que habla de la necesidad e inminencia de la venganza en la familia del novio;
Deixis de lugar
(ésa no / Aquí ya dos bandos / Fuera de aquí), elipsis, típica de los textos dialogados (Ella y Leonardo. En el caballo);
recurrencia de palabras que recalcan la hostilidad que se abre entre las dos familias (hija, hijo, mujer, caballo, bandos, gente), isotopía semántica, con un campo asociativo de relaciones familiares (hijo, hija, mujer, familia, primos, madre). Se usan pocos marcadores, destaca el marcador conector contraargumentativo pero.
Resumen
Ante el anuncio de la mujer de Leonardo de que éste se ha fugado con la novia, el novio decide vengarse, a pesar del estupor e incredulidad del padre de ella y de la indecisión de la madre. Poco después, será la propia madre la que incite a la venganza y proclame la enemistad de las dos familias divididas ya en dos bandos.
Tema
Venganza motivada por la honra perdida.
Comentario crítico del contenido
Se trata de un fragmento de la obra dramática de Federico García Lorca, Bodas de sangre. Es un texto dialogado en el que cada intervención de los personajes se marca con un guión y los nombres de éstos aparecen en mayúscula. Se aprecia la presencia del emisor y del receptor por el uso de imperativos. Hay referencias continuas a la situación y las funciones del lenguaje que predominan son la expresiva, la apelativa y la fática.
Este fragmento plantea uno de los temas más clásicos de la literatura española: la venganza de la honra perdida. Lo que llama la atención es lo poco que ha cambiado el asunto desde los dramas lopescos y calderonianos hasta la época de Lorca; aunque hay una diferencia fundamental: en esta obra triunfa el amor por encima del honor y de todos los convencionalismos. Lorca subraya los hechos “han huido” y lo repite dos veces para enfatizar el poder del fátum, para recalcar que esa pareja de adúlteros no teme enfrentarse al destino porque su amor es, precisamente, la representación del destino contra el que no pueden luchar. Estos personajes nos recuerdan a los de la tragedia griega pues, como muchos de ellos, Leonardo y la novia se debaten entre el deber que impone la moral establecida y el impulso ciego que los arrastra a la satisfacción de su amor.
En cuanto a la honra, el padre se niega a admitir que su hija haya podido dar ese paso; mientras que la suegra, mujer mantenedora de la mentalidad machista y patriarcal de las sociedades rurales españolas, lo desengaña diciéndole que ha heredado la mala semilla de su madre y que “Al agua se tiran las honradas, las limpias: ¡ésa, no”. Lo que más le preocupa a ella, y por eso lo repite dos veces, es que ya es mujer de su hijo; es decir, su deshonra, le atañe a ellos directamente, al haber cambiado el estado civil de la pareja.
Se puede perder la honra o la dignidad por muchos motivos, pero los relacionados con lo sexual, son los que más interés han suscitado entre los escritores y los que más crueles venganzas han provocado entre la gente. La mujer que vivía en la España anterior a la Guerra Civil, aún arrastraba ese lastre que le impedía desarrollar su personalidad en libertad y que, paradójicamente, era más defendido por las mujeres –víctimas de la educación machista- que por los hombres. Por lo tanto, en la actitud de la novia se aprecia un doble desafío, pese a que ni ella misma fuera consciente: por una parte, ha preferido al hombre de condición social más humilde; por otra, ha saltado sobre la férrea moralidad tradicional, intolerante, al fugarse con Leonardo después de su boda. Aunque no puede olvidarse que la novia, que ni siquiera tiene nombre propio como el novio porque desempeñan un papel pasivo en la obra, se deja arrastrar por ese amor sin poder imponer su voluntad. Al final del acto tercero ella le declara a su suegra que Leonardo nunca la ha poseído físicamente, que aún mantiene su virginidad, por lo que en este sentido su amor es tan sublime como el cortés y, por ello, más escandaloso y más incomprendido por esa sociedad que en muchas ocasiones concertaba los matrimonios por intereses económicos.
La necesidad de la venganza también nos habla de una sociedad más mítica que racional. La Andalucía que se refleja en esta obra, tan prerracional, tan pasional, estaba aún muy lejos del logos, por eso permitía la tragedia. La venganza, además, no constituía un acto de libertad, sino, muy al contrario, una imposición transmitida por los miembros de una familia o de un grupo de generación en generación, un deber ineludible que deshonraba a la comunidad que no lo llevara a cabo. Por eso, el novio ni siquiera reflexiona, sino que actúa porque, al igual que a su padre y a su hermano, a él también le ha llegado la hora.
No puede olvidarse la simbología que aparece en el texto. Por una parte, la referencia al caballo de Leonardo que en este caso es el mensajero funesto de la muerte, el que conduce a ella de forma inexorable, casi como la luna que también es su acólito. Y, por otra, el caballo que de forma desesperada solicitan la madre y el novio como vehículo para culminar la venganza y que también arrastra a la muerte. Asimismo, el agua como símbolo de pureza se ve muy bien reflejado en las palabras de la madre.
En definitiva, este texto constituye un hermoso ejemplo de cómo Lorca supo actualizar y revitalizar temas de larga tradición literaria y fundirlos con la realidad de la Andalucía rural de la época hasta mitificarlos.