Análisis de la obra la Divina Comedia de Dante Alighieri

Podríamos decir que en este canto comienza el viaje del sufrimiento por el Infierno. Si bien ya habíamos co

nocido el vestíbulo y su brutal castigo, ese espacio no dejaba de ser el vestíbulo, es decir, la antesala del Infierno, la primera impresión que se llevará Dante. Luego lo vivido en el canto III, de haber conocido a Caronte, primera figura de la mitología greco-latina que abre una serie de figuras celadoras del Infierno, Dante cruza el río Aqueronte, y pasa al Infierno.

Pero el primer círculo que conoce no es precisamente el más característico de este mundo. Este círculo es el limbo. Allí van las almas que no han conocido a Dios por haber nacido antes de Cristo. Allí están todos los pensadores greco-latinos que tanto se admira en el Renacimiento, y que Dante, como hombre de su época no admira menos. Estas almas tienen como único castigo una melancolía permanente que no se explican. Esto se debe al hecho de no haber conocido a Cristo y no haber sido bautizados. No sufren un castigo físico, sino más bien emocional, por eso no es un canto típico del Infierno.

Por lo tanto, la llegada al segundo círculo es la llegada al Infierno propiamente dicho, como lugar de castigo. Por ello el canto comienza re-ubicándonos en la topología del Infierno a través del primer terceto.

Así bajé del círculo primero

al segundo que menos lugar ciñe,

y tanto más dolor, que al llanto mueve.

La arquitectura del Infierno se define en este terceto. El Infierno, con su forma de cono invertido, va formando círculos donde irán los pecadores. Cuanto más profundo sea círculo, más estrecho será, más graves sus pecados, más duros sus castigos. Sin embargo cuando Dante dice “que al llanto mueve” no necesariamente se refiere a él, sino más bien a las almas pecadoras. Será interesante ver cómo la actitud de Dante, a medida que va transcurriendo todo el reino del Infierno, irá cambiando. Al principio el dolor de las almas lo conmoverán, y especialmente en este círculo; pero a medida que Dante va conociendo el pecado y el castigo, su actitud compasiva va quedando atrás. Ya no se conmueve tanto. Escucha la historia del pecador que elija, pero algo cambia en él, y es la sensación de que el juicio es justo. Sin embargo en este canto, esa afirmación le resultará muy difícil de hacer a Dante, quien como autor condena, pero como personaje se identifica con los pecadores.

Este canto podría dividirse en tres partes:

1. Ubicación dentro del Infierno (que ya hemos visto). La figura de Minos y su juicio

2. La descripción del círculo. La visión general de los pecadores y su castigo. La visualización de las almas que juntas vuelan

3. La historia de Paolo y Francesca

Minos

Minos es la segunda figura mitológica que aparece en la obra y refleja la admiración del Renacimiento por el mundo greco-latino. No olvidemos que esta obra es una perfecta conjunción del mundo medieval con el mundo renacentista. La idea del viaje, el camino de la vida, el tema religioso, son algunas de las ideas del medioevo. La figura de estos personajes mitológicos, entreverados con los religiosos, cumpliendo funciones dentro de estos mundos, son elementos renacentistas.

Minos es un rey mitológico de Creta, hijo de Zeus y de Europa, mujer fenicia que fue raptada y convertida en toro para lograr llevársela a Creta. La imagen del toro no sólo viene de su madre, sino de su propia historia, ya que a causa de una ofrenda no cumplida para el dios Poseidón, éste hace que se mujer Pasifae se enamore de un toro, del que surgirá el minotauro. Esta precisión sobre la imagen del toro no es menor en este caso, ya que el Minos que Dante imagina tiene aspectos animales. No sólo por su bestialidad al hablar (“gruñe”, “rechina los dientes”), sino también porque tiene una cola que usa para juzgar a las almas. Es imagen terrorífica, bestial sirve para que las almas que allí llegan confiesen inmediatamente su pecado. Es una figura ejemplarizante.Sin embargo en la mitología no necesariamente es así. Este rey no cumple con los votos divinos a Poseidón, y a su vez exige el pago de jóvenes a Grecia para alimentar al minotauro. Uniendo las dos tradiciones, Dante crea a este demonio, cuidador del mundo infernal, en su aspecto monstruoso y animal, y en su actitud de enjuiciador, que obliga a confesarse inmediatamente al alma que ante él se encuentra. Esta revelación del pecado, sintetiza su vida y lo condena al círculo del Infierno que merece. La condena se muestra a través de un movimiento rápido y fulminante, como debe ser el juicio, y también animal, ya que usa su cola para hacerlo. Cuantas veces enrolle su cola, será el círculo al que será trasladado. Esta rapidez en juicio no da lugar a réplicas de ninguna clase. Este juez no permite la apelación, no hay equivocación en él. Su actitud es de ira permanente y contenida. Actúa automáticamente, sin voluntad propia. Es un condenado más con la función de examinar las culpas ajenas y juzgar.Minos se dirige a Dante con palabras duras y con la ira reprimida que lo caracteriza, haciéndole una advertencia. “Oh tú que vienes al hospicio del dolor – gritó Minos al verme interrumpiendo sus funciones – Mira cómo entras y de quién te fías; no te engañe la amplitud de la entrada”. La razón de la ira de Minos es el por el hecho que la presencia de Dante interrumpe el orden divinoOtra advertencia será el tener desconfianza de todos los que están en el Infierno. Quien allí está, está perdido, por lo tanto, debería desconfiar también del mismo Virgilio.

Esta provocación de Minos es detenida por Virgilio quien lo pone en su lugar y lo obliga a recordar cuál es su función. Restablece el orden y será oído por Minos, algo que no siempre sucederá, sobretodo cuando se llegue más cerca de los últimos círculos, donde se dará una especie de batalla con los demonios que obligarán a los ángeles de cielo a recurrir en su ayuda.

Virgilio, símbolo de la razón y el equilibrio, responde a Minos con la referencia a lo celestial. Aunque él no conoce de Dios y no puede mencionarlo, lo hace por medio de una perífrasis: “Así se quiso allí donde se puede lo que se quiere”. Es la única respuesta que le dará al demonio. De ella se desprende que existe una fuerza superior a ellos que ha permitido que Dante realice este viaje, y ninguno de ellos puede impedirlo. El diálogo termina de forma terminante, porque nada más se puede decir en este reino del mundo celestial al que son ajenos: “no preguntes más”. Sólo resta, pues, acatar. Dios omnipotente lo ha querido, y el querer y el poder son en Dios una misma cosa. Bastó que Él dijera: “Hágase la luz” para que así fuera.

Los condenados y su castigo

La segunda parte del canto comienza haciendo referencia a imágenes auditivas. Recordemos que este es un reino sin luz, donde la vista no juega un papel tan importante como el sonido. La vista da tranquilidad porque una vez que vemos, clasificamos dentro de lo conocido. Pero el oído da inseguridad, transmite incertidumbre y sensación de peligrosidad. Es contagioso en el estado que provoca en quien escucha. Si el grito es de miedo, quien lo escucha también lo sentirá. Si es desesperación, un tanto sucederá en quien escucha. No en vano, Dante dice “allí donde un gran llanto me golpea”, nadie puede ser indiferente ante el caos del ruido. No es casual que sea el sonido la impronta del Infierno. Y antes de poder determinar qué ve Dante, escucha los ruidos de dolor, de llanto, que a medida que vaya pasando el canto irán disminuyendo hasta centrarse en el diálogo con Francesca, que es el tema central del canto. De igual modo, pasa con quien entra en un lugar lleno de ruidos indescriptibles, y luego se va acostumbrando a ellos.Una vez instalada la atmósfera auditiva del círculo, como descripción de éste, Dante nos recuerda la dificultad de valerse de la vista. Esto no quiere decir que no se use. Tal como nos pasa cuando estamos en un cuarto oscuro, al principio no vemos nada, sólo escuchamos, pero una vez que nos acostumbramos, la vista surge limitada, pero surge. (“Llegué a un lugar de todas luces mudo, /que mugía cual mar en la tormenta, /si los vientos contrarios le combaten”).Este es “un lugar de todas luces mudo”. La sinestesia (dos palabras que parten de campos sensoriales diferentes) revela este caos en los sentidos, y esta necesidad de explicar lo que realmente significa que no haya luz. Al no haberla, lo que realmente no hay es una voz que guíe, que explique, que tranquilice, la voz divina, que estas almas no pueden ni podrán compartir. No sólo no hay luz, sino todo lo que ella significa. Con la sinestesia se le da vida a las luces, se la personifica en la imagen divina. Sólo queda, pues, otra vez el sonido embravecido, terrorífico caótico, que ahora se asocia al mar tormentoso, que está animado porque “mugía”, aumentando así la idea de bestialidad, ya comenzada con Minos. Todo el clima debe dar la impresión de miedo, convulsión, para que sirva de lección.Cuando se ha instalado en el lector una experiencia personal a través de la descripción del círculo, se describe el castigo de las almas. Éstas son arrastradas por el viento y golpeadas, constantemente contra las paredes del círculo. No existe descanso en eso permanente acoso. Lo que provoca más gritos y llantos en el círculo. Pero se destaca otra constante del infierno:
“allí maldicen la virtud divina”. Los gritos no sólo son de dolor, también son de maldición, porque estas almas jamás se arrepintieron, por lo tanto siempre condenarán a Dios por haberlas condenado

Las almas de este círculo son los lujuriosos. La lujuria es uno de los siete pecados capitales señalados por la Iglesia Católica. Se les llama capitales, porque dan lugar a otra innumerable cantidad de pecados. La definición de lujuria “es el apetito desordenado e ilimitado de los placeres carnales”, no sólo en los hechos sino también en el pensamiento. Por esa razón Dante los define como “aquellos pecadores que, carnales, someten la razón al sentimiento”. Estamos hablando de la pasión y el placer irrefrenable, del deseo incontrolable, que podría incluso escaparse de la órbita de lo puramente sexual. Esto constituye un pecado porque dentro del cristianismo, la fuente de amor es Dios, y al amar a Dios, se ama a todos los seres humanos. El amor cortés, tema de este canto, no es un amor dentro de órbita divina, sino un amor humano, y por lo tanto un amor fuera de Dios. El amor es la razón de la salvación pero en este caso lo será de la perdición por haberse apartado de Dios.

El “contrapasso” (la relación entre la culpa y el castigo) resulta clara en este contexto. Los pecadores que en vida se han dejado llevar por la pasión y el deseo, sin pensar en las consecuencias de tales actos, ahora son arrastrados por el viento, sin una dirección concreta, más que para ser golpeados contra las paredes. Vivieron convulsionados por su pasión amorosa, ahora serán convulsionados por un viento permanente, y así como no pudieron resistirse en vida a su pasión, tampoco lo podrán hacer al viento que los acosa.

Una vez definido el pecado, se abren una serie de comparaciones, todas relacionadas, con respecto a estas almas. Las tres comparaciones son con aves, y están ordenadas en forma decreciente: primero serán los estorninos, que vuelan de forma caótica, luego las grullas que van en hilera, y por último las dos palomas con las que relaciona a Paolo y Francesca. La condición del vuelo tiene relación con el “contrapasso” como ya dijimos.

El primer símil nos ubica en el mundo de los estorninos, aves dañinas que se caracterizan por andar en bandadas. Así se ve el vuelo caótico de estas almas. Este símil también nos ubica en el invierno (“cual estorninos que en los invernales /tiempos vuelan unidos en bandadas”), lo que resulta un contrastar con el calor del amor. Pero Dante también juega con el sonido de las palabras tratando de imitar con ellas el vuelo desordenado de estas aves: “Di qua, di la, di giù, di su, li mena;” (“Acá, allá, acullá, por vendavales”). La forma de mostrar el vuelo, a través de monosílabos, con múltiples cesuras (pausas a mitad del verso) nos introduce en la experiencia personal de sentir el vuelo de los estorninos, y la fragilidad con que estas almas son llevadas, así como su imposibilidad de evitarlo. Esto nos invita inmediatamente a reflexionar sobre nuestra propia experiencia frente a la pasión. Dante describe en este vuelo así la experiencia de la pasión: “Nulla speranza li conforta mai, /Non che di posa, ma di minor pena” (“nunca les consolara la esperanza de reposo ni de minoración de la pena”). Igual que sucede en el Infierno, donde el alma que entra debe perder esperanza de que su suerte sea otra de la que es, acá tampoco hay esperanza de que el viento pare o que el dolor del golpe no sea fuerte. Exactamente así pasa cuando un alma viva se deja llevar por la pasión, difícilmente haya esperanza de controlar (“el viento”) o que la pasión irrefrenable se detenga o produzca menos dolor. Como fueron condenadas en vida, lo son también en la muerte.

El segundo símil es el de las “grullas”. Esta comparación sirve de nexo para llegar a la comparación de las palomas y a la figura de los enamorados. Esto se explica por las características particulares que tienen estas aves. Viven en bandadas pero forman pareja para toda la vida. Se caracterizan por su danza nupcial y por su canto potente que se escucha a varios kilómetros de distancia. Que sean aves que viven en parejas ya nos adelanta el tema del amor que se verá reflejado en la pareja de Paolo y Francesca. Pero a su vez estas grullas no gritan, sino que van cantando su “lai” (“E come i gru van cantando lor lai,”). Ahora la imagen del ruido infernal se suaviza y deja paso al canto amoroso, ya que “lai” era un tipo de poema de los trovadores medievales. A su vez también hay un cambio visual. Mientras los estorninos iban de forma desordenada, las grullas lo hacen en largas hileras. El caos se ordena, y los lamentos se dulcifican. Pero sin embargo Dante no deja de llamarlas “sombras”. Estas almas no dejan de ser pecadoras, y por eso son “sombras”, pero el poeta del Dolce Stil, no puede presentarlas con un aspecto despreciable, siente piedad por ellas, son pecadoras por amor, y por eso elige aves como las grullas, caracterizadas por su belleza, haciendo que el lector también sienta piedad por ellas.

Una vez que se ha aquietado un poco el paisaje, Dante puede preguntar quiénes son esas almas. Ya sabe que son los lujuriosos, pero a Dante le interesa conocerlas individualmente. ¿Quiénes han sido juzgados como lujuriosos? En esta individualización, Dante podrá descubrir en este círculo numerosas figuras famosas de la literatura y la historia, algunas reales, otras ficticias, pero todas condenadas por su conducta amorosa. Seminarís, reina asiria, famosa entre los medieva¬les por su vida licenciosa y violenta. Torció las leyes para hacer legal sus desviaciones sexuales. Para algunos representa en la Comedia el amor vicioso. Dido, que fue reina de Cartago. Presentada en la Eneida como una mujer que rompe por amor a Eneas el voto de fidelidad que había hecho sobre la tumba de antiguo marido Siqueo. Se suicida una vez que Eneas la abandona. A pesar que debería estar en un círculo más profundo por haberse quitado la vida, Dante autor, parece tener piedad con ella al ponerla en el segundo círculo y no en el séptimo. Representaría el amor apasionado. Cleopatra, reina de Egipto (69 30 a.C.), representaría el amor interesado, dadas sus relaciones con César y Marco Antonio. La siguiente imagen es la de Helena, hija de Júpiter y Leda, causante de la guerra de Troya, representa¬ría el amor ambicioso. Recién los últimos tres personajes serán masculinos: Aquiles, Paris y Tristán. El primero es el conocido guerrero de la guerra de Troya. La razón estar ubicado en este círculo se debe a su muerte por Polixena, que aparece en los mitos posteriores a Homero. Este es otro caso que debería estar en el séptimo círculo, pero que Dante prefiere condenarlo por su actitud amorosa, ya que desacreditaría su figura heroica si lo condenaran por suicida. El segundo es Paris, príncipe troyano, hijo de Príamo y raptor de Helena, causante junto con ella de la guerra de Troya. Se dejó llevar por la pasión de una mujer. Y por último se menciona a Tristán, sobrino del rey Marcos de Comualles, y amante de Iseo, la esposa de Marcos. Su historia, famosa en la Edad Media, fue emblemática del amor cortés.

“Después de que oí a mi maestro nombrar a las mujeres antiguas y a sus caballeros, casi desfallecí de compasión”. Estas palabras pronunciadas por el personaje, cierran el segundo momento. El sutil juego Dante autor – Dante personaje se va acentuando en esta oportunidad, uno los castiga, pues no olvidemos que es libre en su creación, el otro compadece primero a todos los pecadores y siente piedad por Paolo y Francesca.